Son pequeñas obras en que la base es la acuarela mezclada con otras técnicas, como por ejemplo tinta, lápiz conté, gouache,….
Fueron realizadas hace unos años como pequeñas piezas tal cual son; es decir, que no son estudios ni esbozos para otros cuadros más grandes, sino que tienen carta individual. Me gusta la sencillez de las cosas pequeñas, mínimas. Estamos demasiado acostumbrados a valorar sólo grandes cuadros, grandes composiciones, pinturas totalmente acabadas.
Esto ha enfermado nuestra percepción, nuestra sensibilidad.
En el Museo del Prado me faltan «las aguadas» de Murillo, los dibujos de Alonso Cano u otros. Sin esta obra sobre papel, la expresión de estos pintores queda incompleta, manipulada. Los cuadros grandes eran de encargo, el pintor se somete a las peticiones contractuales, en cambio, en los pequeños papeles, sin vigilancia externa, es donde es más él.
La gracia de estas acuarelas es un poco la inmediatez en que han sido pintadas. Aunque reflejen, no obstante, un punto culminante de todo un proceso de horas y horas, de pruebas y correcciones a lo largo de los años. Expresar la complejidad del mundo de una manera simple y ya está.